Apaga la luz, que así no puedo:

Antes solía pensar que cuando una mujer pronunciaba estas palabras (que para los hombres son como un cubo de agua fría) se debía única y exclusivamente a un problema de autoestima. Las respuestas comunes a cuando preguntamos el por qué son: No  me siento cómoda con mi cuerpo, me da vergüenza, estoy gorda o flaca. OJO, estas respuesta son engañosas si las tomamos a la ligera.

Con los años he aprendido que quizás, si alguien te dice que no se siente cómoda con su cuerpo, no es solo que se mira al espejo y desea quitarse un poco de carne de un sitio y ponérselo en otro. Va más allá y por eso, poco valen frases como “yo te veo preciosa”, “me pones mucho tal y como eres” o “porfa, déjame verte porque me encantas”.

 La velocidad a la que vivimos en la actualidad supera en creces a la de nuestros padres o abuelos. Hoy nos es totalmente normal y liberador conocer a alguien a través de una aplicación y en la primera o segunda cita irnos a la cama con esa persona. Es una velocidad que en la juventud de nuestros abuelos era impensada y hacerlo provocaría, especialmente a las mujeres, llevar una cruz de deshonra.

Los tiempos han cambiado y también nuestra manera de pensar; pero la intimidad apenas ha acelerado su movimiento.  La necesidad de sentirse seguras, respetadas y valoradas emocionalmente en una relación íntima es fundamental para algunas mujeres. Este sentimiento puede ser influenciado por experiencias pasadas, traumas, educación o simplemente por la presión social. En una relación es esencial comprender y respetar la vulnerabilidad que puede venir con la exposición física.

En muchos casos la autoestima y la intimidad pueden evolucionar a lo largo del tiempo, especialmente en una relación sólida y enriquecedora. Con el apoyo y el cuidado adecuado, muchas personas pueden superar sus inseguridades y aprender a disfrutar plenamente de la intimidad con sus parejas, tanto a nivel físico como emocional.

A veces a esos “Apaga la luz” lo que hay que echarles es un poco de paciencia. Y tienen lógica porque hemos aprendido que follar se puede con cualquiera, la piel, la puede tocar cualquiera; pero hacer el amor implica desvestir el alma. Es ahí donde está el dilema: para muchas mujeres desnudarse, mientras las ven, es enseñar su fragilidad y eso, más allá del nivel de autoestima no se lo regalan a cualquiera. Para ellas no significa solo quitarse la ropa sino sentir que le pertenecen a alguien que también les pertenece, es una complicidad, un regalo que solo verá la luz cuando haya entrega absoluta.

 

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